Quien soy?

No debía entrar ahí, había cometido mas de un pecado aquellos días, pero lo peor era que no me arrepentía. Entre en la iglesia cabizbaja, con miedo, avergonzada, y con las lagrimas a punto de precipitarse desde mis ojos. No sabía en que punto me dejaba sentirme bien por hacer todo lo que había hecho, pero si dios me quería me perdonaría.
Había decidido ir a la iglesia porque no tenía ningun otro lugar donde ir, donde volver... y si volvia? seguramente habrían menos problemas... aunque la cosa era que yo ya no quería irme de allí sabiendo todo lo que sabía, conociendo todo lo que había conocido.
Me tumbé en un banco de la iglesia hecha un ovillo pensando, derramando alguna lagrima y soltando alguna maldición. Si a dios le molestó, no dijo nada. Finalmente caí rendida. Aquello había sido demasiado.

Lauryta, Jara Y La Aramat irian a la buhardilla después de la playa, yo les dije que después me reuniria con ellas que iba a dar un paseo, oculté que iba a ver a Sam para evitar dañar los sentimientos de Lauryta.
Sabia exactamente donde estaba, solo tenia un sitio donde ir, estaba dispuesto a llevarmela a casa, pero cuando llegué estaba dormida en un banco, con la cara mojada de haber llorado y la piel congelada, por las noches aún hacia frio en Erremaskuefe, no quise despertarla habia sido un dia agotador, por lo que me quite la chaqueta y se la heché encima, al estar hecha un ovillo tapaba gran parte de ella, le di un beso tierno en la mejilla y ella se estremeció pero no se desperto y sali de allí, pero no fui a la buhardilla, sino directamente a casa, aquello habia sido agotador para todos.

Me desperté cuando los rayos del sol incidieron directamente en mis ojos. Me incorporé y me di cuenta de que había algo que me cubría que no había visto antes. Era una chaqueta que al principio no reconocí, luego caí en que era suya ¿de quién si no? Saqué una media sonrisa. Me dolían los ojos, estaba cansada a pesar de todo lo que había podido dormir, cómo cuando duermes pensando en mil cosas y al final acabas con el cerebro saturado de pensamientos y persisten toda la noche, dejándote intranquila. Así estaba yo. Inspiré hondo. Me levanté y miré mis ropas. Seguía llevando la ropa que me tendió Tino, la que tendría que devolver a Aramat.
Debía ir de compras, empezando por comprar una casa.
Me levanté y después de pasarme por el baño para asearme, salí de allí bajo el sol.